Puede que la generación más grande sea la de los muchachos que lucharon en la Segunda Guerra Mundial, luego está la generación de mayo del 68 (la de las revueltas estudiantiles) y los aficionados a la literatura os hablarán de las generaciones del 98 y del 27. Pero lo que vivimos la generación de los noventa sí que fue una revolución. Al menos en España. Y aquí es donde llega una nueva batallita del abuelo.
Es esa generación, ni más ni menos, que vió nacer el número 1 de Hobby Consolas, que se sumergió de lleno en los juegos de rol, la que vivió el auge de los 16 y 32 bits... y además la que protagonizó la implantación definitiva del manga en nuestro país. Es verdad que la animación japonesa (y en menor medida los cómics) ya habían tenido una oportunidad en la parrilla televisiva. Los más veteranos seguro que guardan en un lugar especial de su corazoncito las primeras emisiones de Mazinger Z, La batalla de los planetas (que aquí todo el mundo llamaba Comando G por la canción de Parchís) y Ulises 31. Todavía más populares habían sido Heidi y Marco -pero estaban en otro terreno-.
Y entonces, la explosión de los canales autonómicos y la llegada de las televisiones privadas nos abrió los ojos a un mundo nuevo. Los afortunados receptores de Telemadrid, TV3, ETB y TVG flipaban con las aventuras de Goku -ya se intuía que se iba a convertir en algo muy grande, porque tuvimos el merchandising antes de que la serie llegase a Antena 3-. Y mientras tanto Telecinco hacía las delicias de los fans con la emisión de Caballeros del Zodiaco (por primera vez la saga completa, sin cortar en santuario) o Campeones: Oliver y Benji. Por las mañanas, Antena 3 emitía Ranma 1/2, Chicho Terremoto o Sailor Moon... y el consumo de animación japonesa se normalizó.
Pero si hubo alguien que hizo un gran trabajo por todos fue Manga Films. Comenzó como la filial española de Manga Entertainment, una empresa que se dedicaba al doblaje y distribución de OVA (Original Video Animation) de anime -de hecho Manga Films nunca se dedicó al cómic-. Su llegada, en 1993, fue espectacular. En primer lugar porque supieron encontrar a su público (entre ellos los fans de los videojuegos) con una revista que se distribuyó durante un par de meses con Hobby Consolas y otras publicaciones.
En segundo lugar por el impacto del mensaje. Bienvenido al siglo XXI. Mientras con una música rockera podíamos disfrutar de un clip con secuencias de algunas películas ¡Y vaya películas! La selección inicial de anime que llegó al VHS en España era para quitarse el sombrero. Después de Akira, la obra maestra de Katsuhiro Otomo que acaba de cumplir treinta años, el club Manga Vídeo nos trajo la hiperviolenta El puño de la Estrella del Norte y Urotsukidoji (que nos dejó con los ojos como platos por las escenas subidas de tono). Hasta que mis amigos y yo pusimos aquellas cintas alquiladas en un videoclub, ni se me había ocurrido que pudiesen hacer cine de animación así.
Es esa generación, ni más ni menos, que vió nacer el número 1 de Hobby Consolas, que se sumergió de lleno en los juegos de rol, la que vivió el auge de los 16 y 32 bits... y además la que protagonizó la implantación definitiva del manga en nuestro país. Es verdad que la animación japonesa (y en menor medida los cómics) ya habían tenido una oportunidad en la parrilla televisiva. Los más veteranos seguro que guardan en un lugar especial de su corazoncito las primeras emisiones de Mazinger Z, La batalla de los planetas (que aquí todo el mundo llamaba Comando G por la canción de Parchís) y Ulises 31. Todavía más populares habían sido Heidi y Marco -pero estaban en otro terreno-.
Y entonces, la explosión de los canales autonómicos y la llegada de las televisiones privadas nos abrió los ojos a un mundo nuevo. Los afortunados receptores de Telemadrid, TV3, ETB y TVG flipaban con las aventuras de Goku -ya se intuía que se iba a convertir en algo muy grande, porque tuvimos el merchandising antes de que la serie llegase a Antena 3-. Y mientras tanto Telecinco hacía las delicias de los fans con la emisión de Caballeros del Zodiaco (por primera vez la saga completa, sin cortar en santuario) o Campeones: Oliver y Benji. Por las mañanas, Antena 3 emitía Ranma 1/2, Chicho Terremoto o Sailor Moon... y el consumo de animación japonesa se normalizó.
Pero si hubo alguien que hizo un gran trabajo por todos fue Manga Films. Comenzó como la filial española de Manga Entertainment, una empresa que se dedicaba al doblaje y distribución de OVA (Original Video Animation) de anime -de hecho Manga Films nunca se dedicó al cómic-. Su llegada, en 1993, fue espectacular. En primer lugar porque supieron encontrar a su público (entre ellos los fans de los videojuegos) con una revista que se distribuyó durante un par de meses con Hobby Consolas y otras publicaciones.
En segundo lugar por el impacto del mensaje. Bienvenido al siglo XXI. Mientras con una música rockera podíamos disfrutar de un clip con secuencias de algunas películas ¡Y vaya películas! La selección inicial de anime que llegó al VHS en España era para quitarse el sombrero. Después de Akira, la obra maestra de Katsuhiro Otomo que acaba de cumplir treinta años, el club Manga Vídeo nos trajo la hiperviolenta El puño de la Estrella del Norte y Urotsukidoji (que nos dejó con los ojos como platos por las escenas subidas de tono). Hasta que mis amigos y yo pusimos aquellas cintas alquiladas en un videoclub, ni se me había ocurrido que pudiesen hacer cine de animación así.
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