• hace 6 años
Uno de los tratos más crueles a los que se puede someter a una persona es encerrarla durante largo tiempo en un espacio minúsculo en el que no puede moverse ni ver la luz. Este calvario sufrió la ya famosa farmacéutica catalana, apartada durante año y medio de sus seres más queridos y obligada a subsistir en una vida vacía e inhumana que sólo pudo mantener con su firme esperanza. Esta es la crónica de su cautiverio.
uno de los secuestros más largos de la historia de España
Su padre es propietario de una de las compañías eléctricas más importantes de Cataluña y uno de los hombres más ricos del país
Sin embargo, según la periodista Tura Soler, se trata de "una familia muy discreta" de la que nadie puede decir que haga ostentación de su fortuna. Esto hace pensar a los investigadores que los secuestradores son de la zona, pues sólo la gente de la comarca de Olot sabe la buena posición económica de la familia Feliu.
Todo comenzó la noche del 20 de noviembre de 1992 , cuando la farmacéutica se dirige a su casa después de haber cerrado su negocio. En el garaje de su domicilio es sorprendida por un individuo encapuchado que le apunta con una escopeta y que la obliga a subir nuevamente a su coche. No está sólo: otro hombre cubierto con un pasamontañas se pone al mando del vehículo.
El coche de la joven es abandonado en un descampado donde espera un tercer implicado que conduce otro turismo. Introducen a la mujer en el maletero y se marchan en busca de un cuarto compañero de faena. Posteriormente maniatan a la secuestrada y le tapan la cabeza con una capucha, antes de trasladarla al maletero de otro vehículo. Pero en su periplo, los delincuentes no llevan guantes, por lo que todas sus huellas quedan plasmadas en el coche de María Àngels.1
Finalmente, desplazan a la farmacéutica hasta el jardín de la casa de uno de los secuestradores. Abren una trampilla camuflada con hierba y bajan al zulo subterráneo. En el habitáculo la joven no puede tumbarse por completo ni caminar y la oscuridad es absoluta. Cada vez que recibe comida, debe cubrirse la cabeza y situarse de espaldas a los secuestradores para no reconocerlos. Un altavoz conectado a la radio es su único vínculo con el exterior. De hecho, entendió que estaba secuestrada cuando escuchó la noticia en una emisora.
Cuando llueve, el agua se filtra por el techo del zulo y el suelo, que es de tierra, se encharca. Pero lo más desagradable para Feliu es tener que hacer sus necesidades en un cubo. "Llegó un momento ponía el cubo sobre el colchón y tenía que hacer equilibrio. Estuve un mes sin ir de vientre y hasta tuve que estirarme la mierda". Ya en marzo de 1993, cuatro meses después de estar enterrada en vida, la joven recibe un mechero y velas que la permiten ver los insectos que la atacan constantemente. No es la única habitante del cuarto: ratas, arañas e incluso escorpiones la acompañan.
La policía local, en el punto de mira
Una vecina cuenta que un policía local del pueblo, Antonio Guirado, había merodead

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