Nico corre tras un balón para alcanzar sus sueños

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Paipote (Chile), 22 may (EFE).- Nicolás Orellana, de 11 años, conoció los trágicos efectos del inusual temporal de lluvias que azotó en 2015 el desierto de Atacama, en el norte de Chile, pero hoy ya no piensa en aquellos difíciles días.
Su presente está lleno de vitalidad y sueños. El año que viene postulará al colegio salesiano y si las cosas le salen bien, de ahí a la universidad, pero, además, ahora está entusiasmado con el equipo de fútbol que ha formado con sus amigos.
Todos los días, después de estudiar, Nico y sus compañeros acuden a un centro polideportivo de la población Estación donde sueñan con emular las hazañas de Alexis Sánchez o Claudio Bravo.
Se trata de un proyecto de la organización no gubernamental Fútbol Más y del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) para ayudar a 200 chicos de la zona a afrontar las consecuencias postraumáticas del temporal de marzo de 2015, que causó 17 aluviones simultáneos y arrasó poblados y caminos.
Cincuenta y nueve personas murieron, 28 desaparecieron y hubo cerca de 30.000 damnificados. De ellos, casi 9.000 fueron adolescentes y niños y niñas.
Nico, como le llaman cariñosamente, tiene fama de ser buen estudiante, pero como a todos los chicos de su edad, le cuesta levantarse por las mañanas para ir al colegio.
Por eso, cuando en la madrugada del 25 de marzo sus padres le despertaron, él pensó que había llegado la hora de prepararse para ir a clase, pero lo que pasó es que la quebrada de Paipote, la pequeña localidad donde viven, a unos 800 kilómetros de Santiago, se desbordó en el punto donde confluye con el río Copiapó.
"Salimos afuera y fuimos a ver la quebrada. La alumbramos con el flash del celular porque no se veía nada. La luz se había cortado y estaba todo muy oscuro", relata.
Los habitantes de Paipote son gente recia, esforzada. Están acostumbrados al clima del desierto y al duro trabajo en los yacimientos de cobre.
"Era tanta la cantidad de agua, que teníamos miedo de que se saliera y se llevara nuestra casa", relata.
La inquietud de Nicolás era cierta. Según se supo después, en una sola jornada cayó la cantidad de lluvia equivalente a 14 años.
Afortunadamente, la casa de Nicolás resistió bien el embate del agua. Su papá construyó una esclusa con bolsas llenas de arena, latas y cuanto cacharro encontró, pero otros pobladores tuvieron peor suerte.
Las inundaciones causaron desperfectos en 6.900 viviendas. Más de 3.000 niños vieron afectadas sus vidas porque sus casas sufrieron daños considerables o quedaron destruidas.
La tragedia se cebó especialmente con los niños y adolescentes de Atacama, una región donde la pobreza afecta al 27,8 % de la población infantil y juvenil frente al 23,4 % del promedio nacional.
Cuando amainó el temporal, comenzó una dura etapa. Muchos de ellos tuvieron que interrumpir las clases, porque de los 179 establecimientos educativos que hay en esa región de Chile, 52 presentaban daños de diversa magnitud y otros 23 fueron habilitados
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