• hace 8 años
James Wan, el último gran nombre en inscribirse con letras de oro en el panteón del cine de terror recoge mucho de Poltergeist en sus Insidious y Expediente Warren. Sin embargo, sus favoritos de siempre están alejados del cine de fantasmas y de caserones encantados. Sin dejar de lado la marca Spielberg,

El director adora El diablo sobre ruedas y, sobre todo, Tiburón. "Puro cine en su máxima expresión. Me ha aterrado toda la vida y temo al océano por su culpa”.

Tiburón se pasó de presupuesto y de tiempo de rodaje: de los cuatro millones iniciales a los más de 12 gastados, y de 55 días proyectados a los 159 que llevó finalizar la producción. Se emplearon sobre todo en los tiburones mecánicos, que funcionaron fatal.
El inexperto Spielberg insistió en grabar en el mar, lo que dificultó enormemente el rodaje. Los problemas de los tiburones (nombrados Bruce en honor al abogado del director) forzaron a Spielberg a mostrar menos al escualo de lo que tenía pensado. Este hecho, en opinión de todo el mundo, incluido él mismo, fue la clave de la tensión de la película. ¡Viva a escasez de medios!
Fue el primer taquillazo veraniego y cambió el modelo del negocio del cine para siempre. Gracias a ella se inventó el merchandising que después se perfeccionaría Star Wars: se sacaron camisetas, vasos de plástico, un libro de cómo se hizo, toallas de playa, mantas, disfraces, tiburones de juguete, juegos de mesa, pósters, colgantes de dientes de tiburón, pijamas, pistolas de agua, etc.

El autor del libro en que se basa la película, Peter Benchley, y Spielberg discutieron tanto sobre el final que el director se vio forzado a expulsar del set de rodaje al escritor, que consideraba que el destino del escualo era "poco creíble".

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