Esta es una escena común en las principales avenidas de Santo Domingo, la capital de República Dominicana.
Se trata de mujeres haitianas de todas las edades, muchas de ellas acompañadas de niños, que cada día se ubican en diferentes lugares de la ciudad para tratar de conseguir una limosna de conductores o transeúntes.
Rosa es un ejemplo de este drama, la mujer acompañada de tres de sus 7 hijos, la encontramos apostada en una de las vías capitalinas más importantes y entre su timidez y un no muy claro español nos contó algo de su historia.
Esta es una realidad que genera gran preocupación entre la ciudadanía, especialmente porque en la misma se ven involucrados niños de muy poca edad. El tema provoca opiniones muy diversas, desde los que reclaman que estas personas sean deportadas a su país y los que consideran que el Estado debe buscar otro tipo de soluciones para evitar que estos menores se conviertan en los futuros malhechores de la sociedad.
La imagen no es exclusiva de la capital dominicana, sino que se observa en todas las ciudades importantes del país desde hace bastante tiempo. No obstante, el problema pareció acentuarse luego del devastador terremoto que azoló a Haití el 12 de enero del año 2010, en el que murieron más de 200 mil personas y cientos de miles quedaron mutiladas.
Entidades que han investigado la situación, como la Mesa Nacional para las Migraciones (Menamig) y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), denuncian que la mayoría de estas personas son trasladadas desde Haití a suelo dominicano por bandas organizadas dirigidas por haitianos y dominicanos que en su afán de lucro, no les importa incurrir en el delito de tráfico de personas, con el agravante en este caso de que incluye a menores de edad.
Para las cabezas de estas organizaciones, la solución de esta problemática se encuentra en manos de las autoridades dominicanas y haitianas que hasta el momento parecen haberse hecho los desentendidos, pese a que este drama humano está a la vista de todos. Los planes que en múltiples ocasiones se han anunciado para perseguir y erradicar este flagelo no han pasado de simples operativos.
La población haitiana en Santo Domingo se estima en alrededor de un millón, aunque sólo unos 280 mil nacionales de ese país se acogieron al ‘Plan Nacional de Regularización’ implementado por el Gobierno dominicano entre los años 2014 y 2015 que buscaba normalizar el estatus migratorio de los extranjeros indocumentados. No se manejan estadísticas sobre los adultos y menores que se dedican a esta práctica.
Otro dato que permanece oculto de las estadísticas es cuántos de estos niños y niñas terminan dedicándose a actividades ilícitas o denigrantes por el hecho de no encontrar oportunidades en la tierra que los vio nacer, situación que aprovecharon inescrupulosos para traficar con su pobreza e inocencia llevándolos a una tierra que tampoco parece preocuparse mucho por su destino.
Stephanie Andújar, Santo Domingo.
Se trata de mujeres haitianas de todas las edades, muchas de ellas acompañadas de niños, que cada día se ubican en diferentes lugares de la ciudad para tratar de conseguir una limosna de conductores o transeúntes.
Rosa es un ejemplo de este drama, la mujer acompañada de tres de sus 7 hijos, la encontramos apostada en una de las vías capitalinas más importantes y entre su timidez y un no muy claro español nos contó algo de su historia.
Esta es una realidad que genera gran preocupación entre la ciudadanía, especialmente porque en la misma se ven involucrados niños de muy poca edad. El tema provoca opiniones muy diversas, desde los que reclaman que estas personas sean deportadas a su país y los que consideran que el Estado debe buscar otro tipo de soluciones para evitar que estos menores se conviertan en los futuros malhechores de la sociedad.
La imagen no es exclusiva de la capital dominicana, sino que se observa en todas las ciudades importantes del país desde hace bastante tiempo. No obstante, el problema pareció acentuarse luego del devastador terremoto que azoló a Haití el 12 de enero del año 2010, en el que murieron más de 200 mil personas y cientos de miles quedaron mutiladas.
Entidades que han investigado la situación, como la Mesa Nacional para las Migraciones (Menamig) y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), denuncian que la mayoría de estas personas son trasladadas desde Haití a suelo dominicano por bandas organizadas dirigidas por haitianos y dominicanos que en su afán de lucro, no les importa incurrir en el delito de tráfico de personas, con el agravante en este caso de que incluye a menores de edad.
Para las cabezas de estas organizaciones, la solución de esta problemática se encuentra en manos de las autoridades dominicanas y haitianas que hasta el momento parecen haberse hecho los desentendidos, pese a que este drama humano está a la vista de todos. Los planes que en múltiples ocasiones se han anunciado para perseguir y erradicar este flagelo no han pasado de simples operativos.
La población haitiana en Santo Domingo se estima en alrededor de un millón, aunque sólo unos 280 mil nacionales de ese país se acogieron al ‘Plan Nacional de Regularización’ implementado por el Gobierno dominicano entre los años 2014 y 2015 que buscaba normalizar el estatus migratorio de los extranjeros indocumentados. No se manejan estadísticas sobre los adultos y menores que se dedican a esta práctica.
Otro dato que permanece oculto de las estadísticas es cuántos de estos niños y niñas terminan dedicándose a actividades ilícitas o denigrantes por el hecho de no encontrar oportunidades en la tierra que los vio nacer, situación que aprovecharon inescrupulosos para traficar con su pobreza e inocencia llevándolos a una tierra que tampoco parece preocuparse mucho por su destino.
Stephanie Andújar, Santo Domingo.
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