Diálogo Bíblico | Lunes 4 de abril 2016 | El contraste en el desierto | Escuela Sabática
Lunes 4 de abril
EL CONTRASTE EN EL DESIERTO
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (Mat. 4:1).
Imagina esta escena desde la perspectiva de Satanás mismo. El Ser exaltado y divino, a quien él conocía como el Hijo de Dios, se había humillado a sí mismo -había tomado forma humana- a fin de salvar a la raza humana. Este era el mismo Jesús contra quien había batallado en el cielo y quien los había arrojado afuera a él y a sus ángeles (ver Apoc. 12:7-9). Ahora, sin embargo, ese Jesús era... ¿qué? ¿Un ser humano extenuado, solo, en el áspero desierto, sin ningún apoyo obvio? Seguramente, ahora Jesús sería presa fácil de los engaños de Satanás.
“Cuando Satanás y el Hijo de Dios se encontraron por primera vez en conflicto, Cristo era el generalísimo de las huestes celestiales; y Satanás, el caudillo de la rebelión del cielo, fue echado fuera. Ahora su condición está aparentemente invertida, y Satanás se aprovecha de su supuesta ventaja” (DTG 94).
¡Qué contraste! Lucifer quiso ser “semejante al Altísimo” (Isa. 14:14) y Jesús se vació de la gloria del cielo. Aquí, en esta escena, podemos ver la vasta diferencia entre lo que es la santidad y lo que hace el pecado.
Compara Isaías 14:12 al 14 con Filipenses 2:5 al 8. ¿Qué nos dice esto acerca de la diferencia entre el carácter de Jesús y el de Satanás?
Imagina de qué modo los ángeles, que habían conocido a Jesús en su gloria celestial, habrán considerado lo que estaba sucediendo cuando los dos adversarios se encontraron cara a cara en un tipo de conflicto que ninguno de los dos había enfrentado antes en relación con el otro. Aunque nosotros hoy tenemos la ventaja decidida de saber el resultado final esta contienda, en ese momento los ángeles -en realidad, el cielo entero- no lo sabían; y así, debieron de haber observado atentamente este conflicto con absorta fascinación.
Satanás se exaltó a sí mismo. Jesús se humilló, aun hasta la muerte. ¿Qué podemos aprender de este enorme contraste y de qué manera podemos aplicar esta verdad importante a nosotros mismos? ¿De qué modo debería impactar la forma en que tomamos ciertas decisiones, especialmente aquellas en las que está en juego nuestro ego?
Lunes 4 de abril
EL CONTRASTE EN EL DESIERTO
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (Mat. 4:1).
Imagina esta escena desde la perspectiva de Satanás mismo. El Ser exaltado y divino, a quien él conocía como el Hijo de Dios, se había humillado a sí mismo -había tomado forma humana- a fin de salvar a la raza humana. Este era el mismo Jesús contra quien había batallado en el cielo y quien los había arrojado afuera a él y a sus ángeles (ver Apoc. 12:7-9). Ahora, sin embargo, ese Jesús era... ¿qué? ¿Un ser humano extenuado, solo, en el áspero desierto, sin ningún apoyo obvio? Seguramente, ahora Jesús sería presa fácil de los engaños de Satanás.
“Cuando Satanás y el Hijo de Dios se encontraron por primera vez en conflicto, Cristo era el generalísimo de las huestes celestiales; y Satanás, el caudillo de la rebelión del cielo, fue echado fuera. Ahora su condición está aparentemente invertida, y Satanás se aprovecha de su supuesta ventaja” (DTG 94).
¡Qué contraste! Lucifer quiso ser “semejante al Altísimo” (Isa. 14:14) y Jesús se vació de la gloria del cielo. Aquí, en esta escena, podemos ver la vasta diferencia entre lo que es la santidad y lo que hace el pecado.
Compara Isaías 14:12 al 14 con Filipenses 2:5 al 8. ¿Qué nos dice esto acerca de la diferencia entre el carácter de Jesús y el de Satanás?
Imagina de qué modo los ángeles, que habían conocido a Jesús en su gloria celestial, habrán considerado lo que estaba sucediendo cuando los dos adversarios se encontraron cara a cara en un tipo de conflicto que ninguno de los dos había enfrentado antes en relación con el otro. Aunque nosotros hoy tenemos la ventaja decidida de saber el resultado final esta contienda, en ese momento los ángeles -en realidad, el cielo entero- no lo sabían; y así, debieron de haber observado atentamente este conflicto con absorta fascinación.
Satanás se exaltó a sí mismo. Jesús se humilló, aun hasta la muerte. ¿Qué podemos aprender de este enorme contraste y de qué manera podemos aplicar esta verdad importante a nosotros mismos? ¿De qué modo debería impactar la forma en que tomamos ciertas decisiones, especialmente aquellas en las que está en juego nuestro ego?
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