Se cumplen veinte años del comienzo del genocidio de Ruanda
- hace 10 años
Se cumplen veinte años del comienzo del genocidio de Ruanda. En solo cien días, 800 mil personas, principalmente de la etnia tutsi, fueron asesinadas a tiros y machetazos por los hutus, el grupo mayoritario en el poder.
Silas es un superviviente tutsi que tenía entonces once años. Mathias, un hutu que pasó nueve años en la cárcel por el asesinato de decenas de tutsis.
“Cuando me mudé aquí, pasé a vivir puerta con puerta con Mathias, un participante en el genocidio que mató a mucha gente y guardaba mucho resentimiento. Cuando me enteré de esto tuve miedo de él. Pero ha resultado ser un buen vecino. Me dijo: “Silas, aunque haya matado a gente, ya no soy un asesino, me he arrepentido”.
Viven en uno de los llamados “pueblos de la reconciliación”, establecidos por el Gobierno ruandés para promover la armonía y la convivencia entre víctimas y verdugos.
“Cuando estaba en la cárcel, renuncié a la esperanza. No pensaba que alguien que hubiera matado pudiera ser liberado y vivir como cualquier otro ruandés. Tenía miedo. Pero tras confesar mis crímenes, sentí que me había quitado un gran peso de los hombros”.
El seis de abril de 1994, tras el derribo del avión del presidente ruandés Juvenal Habyarimana, los hutus atribuyeron el asesinato a la guerrilla tutsi del Frente Patriótico Ruandés y comenzaron la matanza.
Millones de desplazados buscaron refugio en los países vecinos.
Y todo, ante la parsimonia de la comunidad internacional.
Silas es un superviviente tutsi que tenía entonces once años. Mathias, un hutu que pasó nueve años en la cárcel por el asesinato de decenas de tutsis.
“Cuando me mudé aquí, pasé a vivir puerta con puerta con Mathias, un participante en el genocidio que mató a mucha gente y guardaba mucho resentimiento. Cuando me enteré de esto tuve miedo de él. Pero ha resultado ser un buen vecino. Me dijo: “Silas, aunque haya matado a gente, ya no soy un asesino, me he arrepentido”.
Viven en uno de los llamados “pueblos de la reconciliación”, establecidos por el Gobierno ruandés para promover la armonía y la convivencia entre víctimas y verdugos.
“Cuando estaba en la cárcel, renuncié a la esperanza. No pensaba que alguien que hubiera matado pudiera ser liberado y vivir como cualquier otro ruandés. Tenía miedo. Pero tras confesar mis crímenes, sentí que me había quitado un gran peso de los hombros”.
El seis de abril de 1994, tras el derribo del avión del presidente ruandés Juvenal Habyarimana, los hutus atribuyeron el asesinato a la guerrilla tutsi del Frente Patriótico Ruandés y comenzaron la matanza.
Millones de desplazados buscaron refugio en los países vecinos.
Y todo, ante la parsimonia de la comunidad internacional.